CONSTITUCION 1812 ¡VIVA LA PEPA!
“Viva la Pepa”.
Hoy es una expresión que significa “todo vale”, “vivamos de fiesta” o
“el libre albedrío al extremo”. Con el paso del tiempo, esta expresión popular
ha cambiado de significado. Actualmente, se le ha dado un sentido de desenfado
y jolgorio, y se aplica a quienes tienen un carácter despreocupado.
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Representaciones "Viva la Pepa" |
Sin embargo, hasta hace relativamente poco tiempo, la expresión ¡Viva la Pepa! era un grito subversivo empleado durante muchos periodos políticos. La frase venía a sustituir a esta otra: ¡Viva la Constitución de Cádiz! Ésta era conocida cariñosamente como la Pepa, porque fue jurada y promulgada el día de San José, el 19 de marzo de 1812.
La Constitución de 1812
Art. 1. La Nación española es la reunión de todos
los españoles de ambos hemisferios.

Art. 4. La Nación está obligada a conservar y
proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás
derechos legítimos de todos los individuos que la componen (…)
Art. 12. La religión de la Nación española es y
será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación
la protege por leyes sabias y justas y prohibe el ejercicio de cualquier otra.
Art. 14. El gobierno de la Nación española es una
monarquía moderada y hereditaria.
Art. 17. La potestad de aplicar las leyes en las
causas civiles y criminales reside en los tribunales establecidos por la ley
(…)
Art. 27. Las Cortes son la reunión de todos los
diputados que representan a la Nación, nombrados por los ciudadanos en la forma
que se dirá (…)
Art. 34. Para la elección de diputados de Cortes
se celebrarán juntas electorales de parroquia, de partido y de provincia (…)
Art. 92. Se requiere para ser elegido (…) tener
una renta anual proporcionada, procedente de bienes propios (…)
Art. 168. La persona del Rey es sagrada e
inviolable y no está sujeta a responsabilidad (…)
Art. 225. Todas las órdenes del Rey deberán ir
firmadas por el secretario de despacho del ramo al que el asunto pertenece (…)

Art. 339. Las contribuciones se repartirán entre
todos los españoles con proporción a sus facultades, sin excepción ni
privilegio alguno (…)
Art. 355. La deuda pública reconocida será una de
las primeras atenciones de las Cortes y estas pondrán el mayor cuidado en que
se vaya verificando su progresiva extinción (…)
Art. 362. Habrá en cada provincia cuerpos de
Milicia Nacional, compuestos por habitantes de cada una de ellas, con
proporción a su población (…)
Art. 366. En todos los pueblos de la monarquía se
establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a
leer, escribir y el catecismo de la religión católica, que comprenderá también
una breve exposición de las obligaciones civiles (…)

Art. 371. Todos los españoles tienen libertad de
escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencias,
revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones
y responsabilidades que establezcan las leyes (…)
Dos años más tarde, el rey Fernando VII, tras su
regresó a España, abolió la Constitución de Cádiz y se prohibieron los gritos a
su favor. Es
La primera constitución española fue jurada en la
ciudad de Cádiz en el año 1812. Pero dos años después, cuando se restableció el
absolutismo, el rey Fernando VII la abolió, ayudado en gran medida por los Cien
Mil Hijos de San Luis, nombre dado al ejército francés comandado por el duque
de Angulema. Por ello es por lo que los españoles que se oponían al absolutismo
se referían a ella en clave.
La abolición de la Carta Magna no sólo suspendió
su vigencia, sino que quedó terminantemente prohibida la sola mención de su
nombre, por lo que los liberales no podían utilizar su tradicional grito de ¡Viva
la Constitución!

Por supuesto, con el correr del tiempo la expresión habría de perder
toda intención política para pasar a significar desenfado, regocijo y
alboroto, tal como lo utilizamos actualmente, sobre todo para dar a
entender que en algún lugar reina un total y completo desorden. La gran
popularidad que tuvo el grito, su rotundidad y su facilidad de difusión incluso
en circunstancias de represión política (Mientras Fernando permanecía recluido
en Valençay (Francia), fue el pueblo español el que asumió por su cuenta la
resistencia contra la ocupación francesa y el proceso revolucionario que había
de conducir a las Cortes de Cádiz a elaborar la primera Constitución española
en 1812; durante la consiguiente Guerra de la Independencia (1808-14), el rey
cautivo se convirtió en un símbolo de las aspiraciones nacionales españolas,
motivo al que se debe que recibiera el sobrenombre de el Deseado.
Derrotados militarmente los franceses, Fernando
recuperó el Trono por el Tratado de Valençay (1813); tan pronto como llegó a
España se apresuró a seguir la invitación de un grupo de reaccionarios (Manifiesto
de los Persas) y restablecer la monarquía absoluta del siglo anterior,
eliminando la Constitución y la obra reformadora realizada en su ausencia por
las Cortes (1814).
El resto del reinado de Fernando VII estuvo
marcado por su resistencia a reformar las caducas estructuras del Antiguo
Régimen, acompañada de una represión sangrienta contra los movimientos de
inspiración liberal. Durante los «seis mal llamados años» (1814-20) se limitó a
restaurar la monarquía absoluta como si nada hubiera ocurrido desde 1808,
agravando los problemas financieros derivados de la pervivencia de los
privilegios fiscales y la insuficiencia del sistema tributario tradicional; un
endeudamiento creciente ahogaba a la Hacienda Real, al tiempo que España perdía
todo protagonismo internacional (la participación en el Congreso de Viena de
1815 se saldó sin beneficio alguno para el país).
Se inició entonces la «Ominosa Década» (1823-33),
durante la cual Fernando exacerbó su odio vengativo contra todo atisbo de
liberalismo, mientras dejaba que se consumara la pérdida del imperio español en
América: anuló una vez más toda la obra legislativa de las Cortes
constitucionales, abocó a la Hacienda a la quiebra y ahogó en sangre nuevos
pronunciamientos liberales.
El Consejo de Castilla publicó una proclama en la
que se declaró ilícita cualquier reunión en sitios públicos y se ordenó la
entrega de todas las armas, blancas o de fuego. Militares españoles colaboraron
con Grouchy en la comisión militar. En estos primeros momentos, las clases
pudientes parecieron preferir el triunfo de las armas de Murat antes que el de
los patriotas, compuestos únicamente de las clases populares.
En el Salón
del Prado y en los campos de La
Moncloa se fusiló a
centenares de patriotas. Quizá unos mil españoles perdieron la vida en el
levantamiento y los fusilamientos subsiguientes.

como las que llegaron entre 1814 y 1820 (restauración absolutista de
Fernando VII) y entre 1823 y 1833 (Década Ominosa) lo convirtieron posiblemente
el primer lema político de la edad contemporánea. En las mismas circunstancias
se difundían canciones como el ¡Trágala! (para humillar a Fernando VII, obligado
a jurar la constitución en 1820) y el himno de Riego (para glorificar al
militar liberal sublevado entonces y ajusticiado en 1823).
El hecho de que fueran otras constituciones y no la de Cádiz las que
estuvieran en vigor no restó capacidad de convocatoria al grito, sino todo lo
contrario, al añadir la nostalgia y la comparación del ideal progresista con
las restricciones que el moderantismo imponía a los textos en vigor a lo largo
de todo el siglo XIX. La difusión del grito no se detuvo en España: en la época
del Risorgimento o unificación italiana se gritaba ¡Viva Verdi!, ocultando en
el nombre del músico el acrónimo de “Vittorio Emanuele Re D’Italia”. Hubo otros
hallazgos semánticos en las Cortes de Cádiz, como la misma palabra “Liberal”,
que hasta entonces significaba “generoso”, y que pasa a otros idiomas europeos
con el sentido de “partidario de la libertad”.
Lo mismo ocurrió con las palabras
“guerrilla” y “guerrillero”, que se aplican desde la Guerra de la Independencia
Española a la táctica y a los combatientes irregulares en la guerra
contemporánea. La visión peyorativa del grito, probablemente fruto de su uso
irónico por los enemigos políticos de los liberales, ha terminado imponiendo su
empleo como sinónimo de anarquía o incluso improvisación, desorden o vagancia.
Decir de alguien que es un viva-la-pepa, equivale a llamarle irresponsable o
despreocupado. Idéntica traslación de sentido sufrió el grito ¡Viva Cartagena!,
cuyo origen fue la sublevación cantonalista durante la Primera República Española
(1874).
La constitución de 1812, desde la lejanía en el tiempo pareciera que fue la salvación y un reparto de igualdad y libertad para todos, en la que se habla de "no privilegios" y otras falacias que la lectura de la misma demuestra palpablemente, al punto de poner a Fernando VII en sobre nombre de EL Deseado. Cosa que si se hubieran imaginado, en lo más mínimo lo que se les venía encima, se lo habrían pensado más de dos veces. Y como el pueblo no goza de buena memoria, precisamente, hoy de celebra el 200 aniversario, que es festejado por los herederos del que masacró al pueblo en pago por recuperarle el trono que más tarde abandonaría otro Borbón, (Alfonso XIII) abuelo del actual Borbón y que tras el desastre del Anuar, cuando le fueron a pedir un millón de pesetas para que liberaran a los mandos militares que habían apresado las tropas de Abdelkrim, respondió: "la corona española no paga por carne de cobardes", Esa noche, el Rey, perdió en el casino de San Sebastián dos millones de pesetas. Al pueblo siempre nos engañaron, unas veces los políticos, muchas la Iglesia y también lo militares... que después de acordar con el pueblo pra que se uniera a ello para derrocar al absolutismo de Fernando VII, se olvidaron del acuerdo tomado con el pueblo y formaron un gobierno a su gusto y para seguir manteniendo privilegios sobre las clases populares. Por eso yo digo una vez más: ¡VIVA LA ANARQUIA!
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