lunes, 19 de marzo de 2012


 CONSTITUCION 1812    ¡VIVA LA PEPA!


“Viva la Pepa”. Hoy es una expresión que significa todo vale”, “vivamos de fiesta” o “el libre albedrío al extremo”. Con el paso del tiempo, esta expresión popular ha cambiado de significado. Actualmente, se le ha dado un sentido de desenfado y jolgorio, y se aplica a quienes tienen un carácter despreocupado.
Representaciones "Viva la Pepa"

Sin embargo, hasta hace relativamente poco tiempo, la expresión ¡Viva la Pepa! era un grito subversivo empleado durante muchos periodos políticos. La frase venía a sustituir a esta otra: ¡Viva la Constitución de Cádiz! Ésta era conocida cariñosamente como la Pepa, porque fue jurada y promulgada el día de San José, el 19 de marzo de 1812.
La Constitución de 1812

Art. 1. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.

Art. 2. La soberanía reside esencialmente en la Nación y por lo mismo pertenece a esta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales (…)

Art. 4. La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen (…)

Art. 12. La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohibe el ejercicio de cualquier otra.

Art. 14. El gobierno de la Nación española es una monarquía moderada y hereditaria.

Art. 15. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el Rey (…)

Art. 17. La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales reside en los tribunales establecidos por la ley (…)

Art. 27. Las Cortes son la reunión de todos los diputados que representan a la Nación, nombrados por los ciudadanos en la forma que se dirá (…)

Art. 34. Para la elección de diputados de Cortes se celebrarán juntas electorales de parroquia, de partido y de provincia (…)

Art. 92. Se requiere para ser elegido (…) tener una renta anual proporcionada, procedente de bienes propios (…)

Art. 168. La persona del Rey es sagrada e inviolable y no está sujeta a responsabilidad (…)

Art. 225. Todas las órdenes del Rey deberán ir firmadas por el secretario de despacho del ramo al que el asunto pertenece (…)

Art. 248. En los negocios comunes, civiles y criminales, no habrá más que un solo fuero para todas las personas (…)

Art. 339. Las contribuciones se repartirán entre todos los españoles con proporción a sus facultades, sin excepción ni privilegio alguno (…)

Art. 355. La deuda pública reconocida será una de las primeras atenciones de las Cortes y estas pondrán el mayor cuidado en que se vaya verificando su progresiva extinción (…)

Art. 362. Habrá en cada provincia cuerpos de Milicia Nacional, compuestos por habitantes de cada una de ellas, con proporción a su población (…)

Art. 366. En todos los pueblos de la monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, escribir y el catecismo de la religión católica, que comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles (…)

Art. 371. Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencias, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidades que establezcan las leyes (…)


Dos años más tarde, el rey Fernando VII, tras su regresó a España, abolió la Constitución de Cádiz y se prohibieron los gritos a su favor. Es

La primera constitución española fue jurada en la ciudad de Cádiz en el año 1812. Pero dos años después, cuando se restableció el absolutismo, el rey Fernando VII la abolió, ayudado en gran medida por los Cien Mil Hijos de San Luis, nombre dado al ejército francés comandado por el duque de Angulema. Por ello es por lo que los españoles que se oponían al absolutismo se referían a ella en clave.

La abolición de la Carta Magna no sólo suspendió su vigencia, sino que quedó terminantemente prohibida la sola mención de su nombre, por lo que los liberales no podían utilizar su tradicional grito de ¡Viva la Constitución!

Lejos de someterse a esa medida arbitraria, los partidarios de la constitución encontraron la forma de referirse a ella, sin necesidad de mencionarla: como había sido promulgada el día 19 de marzo -festividad de San José-, la bautizaron La Pepa (recuérdese que Pepe es el hipocorístico o diminutivo cariñoso de José) y así fue cómo surgió el grito de ¡Viva la Pepa! para reemplazar el de ¡Viva la Constitución!, considerado entonces subversivo.
Por supuesto, con el correr del tiempo la expresión habría de perder toda intención política para pasar a significar desenfado, regocijo y alboroto, tal como lo utilizamos actualmente, sobre todo para dar a entender que en algún lugar reina un total y completo desorden. La gran popularidad que tuvo el grito, su rotundidad y su facilidad de difusión incluso en circunstancias de represión política (Mientras Fernando permanecía recluido en Valençay (Francia), fue el pueblo español el que asumió por su cuenta la resistencia contra la ocupación francesa y el proceso revolucionario que había de conducir a las Cortes de Cádiz a elaborar la primera Constitución española en 1812; durante la consiguiente Guerra de la Independencia (1808-14), el rey cautivo se convirtió en un símbolo de las aspiraciones nacionales españolas, motivo al que se debe que recibiera el sobrenombre de el Deseado.
Derrotados militarmente los franceses, Fernando recuperó el Trono por el Tratado de Valençay (1813); tan pronto como llegó a España se apresuró a seguir la invitación de un grupo de reaccionarios (Manifiesto de los Persas) y restablecer la monarquía absoluta del siglo anterior, eliminando la Constitución y la obra reformadora realizada en su ausencia por las Cortes (1814).
El resto del reinado de Fernando VII estuvo marcado por su resistencia a reformar las caducas estructuras del Antiguo Régimen, acompañada de una represión sangrienta contra los movimientos de inspiración liberal. Durante los «seis mal llamados años» (1814-20) se limitó a restaurar la monarquía absoluta como si nada hubiera ocurrido desde 1808, agravando los problemas financieros derivados de la pervivencia de los privilegios fiscales y la insuficiencia del sistema tributario tradicional; un endeudamiento creciente ahogaba a la Hacienda Real, al tiempo que España perdía todo protagonismo internacional (la participación en el Congreso de Viena de 1815 se saldó sin beneficio alguno para el país).
Se inició entonces la «Ominosa Década» (1823-33), durante la cual Fernando exacerbó su odio vengativo contra todo atisbo de liberalismo, mientras dejaba que se consumara la pérdida del imperio español en América: anuló una vez más toda la obra legislativa de las Cortes constitucionales, abocó a la Hacienda a la quiebra y ahogó en sangre nuevos pronunciamientos liberales.
La represión fue cruel. Murat, no conforme con haber aplacado el levantamiento, se planteó tres objetivos: controlar la administración y el ejército español, aplicar un riguroso castigo a los rebeldes para escarmiento de todos los españoles y afirmar que era él quien gobernaba España. La tarde del 2 de mayo firmó un decreto que creó una comisión militar, presidida por el general Grouchy, para sentenciar a muerte a todos cuantos hubiesen sido cogidos con las armas en la mano Serán arcabuceados todos cuantos durante la rebelión han sido presos con armas»).
El Consejo de Castilla publicó una proclama en la que se declaró ilícita cualquier reunión en sitios públicos y se ordenó la entrega de todas las armas, blancas o de fuego. Militares españoles colaboraron con Grouchy en la comisión militar. En estos primeros momentos, las clases pudientes parecieron preferir el triunfo de las armas de Murat antes que el de los patriotas, compuestos únicamente de las clases populares.
En el Salón del Prado y en los campos de La Moncloa se fusiló a centenares de patriotas. Quizá unos mil españoles perdieron la vida en el levantamiento y los fusilamientos subsiguientes.
Murat pensaba haber acabado con los ímpetus revolucionarios de los españoles, habiéndoles infundido un miedo pavoroso y garantizando para sí mismo la corona de España. Sin embargo, la sangre derramada no hizo sino inflamar los ánimos de los españoles y dar la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras. El mismo 2 de mayo por la tarde, en la villa de Móstoles, ante las noticias horribles traídas por los fugitivos de la represión en la capital, un destacado político, Juan Pérez Villamil, Secretario del Almirantazgo y Fiscal del Supremo Consejo de Guerra, hizo firmar a los alcaldes del pueblo (Andrés Torrejón y Simón Hernández) un bando en el que se llamaba a todos los españoles a empuñar las armas en contra del invasor, empezando por acudir al socorro de la capital. Dicho bando haría, de un modo indirecto, comenzar el levantamiento general, cuyos primeros movimientos, aunque posteriormente suspendidos, fueron los que promovieron el corregidor de Talavera de la Reina, Pedro Pérez de la Mula, y el alcalde Mayor de Trujillo, Antonio Martín Rivas. Ambas autoridades prepararon alistamientos de voluntarios, con víveres y armas, y la movilización de tropas, para acudir al auxilio de la capital)

como las que llegaron entre 1814 y 1820 (restauración absolutista de Fernando VII) y entre 1823 y 1833 (Década Ominosa) lo convirtieron posiblemente el primer lema político de la edad contemporánea. En las mismas circunstancias se difundían canciones como el ¡Trágala! (para humillar a Fernando VII, obligado a jurar la constitución en 1820) y el himno de Riego (para glorificar al militar liberal sublevado entonces y ajusticiado en 1823).

El hecho de que fueran otras constituciones y no la de Cádiz las que estuvieran en vigor no restó capacidad de convocatoria al grito, sino todo lo contrario, al añadir la nostalgia y la comparación del ideal progresista con las restricciones que el moderantismo imponía a los textos en vigor a lo largo de todo el siglo XIX. La difusión del grito no se detuvo en España: en la época del Risorgimento o unificación italiana se gritaba ¡Viva Verdi!, ocultando en el nombre del músico el acrónimo de “Vittorio Emanuele Re D’Italia”. Hubo otros hallazgos semánticos en las Cortes de Cádiz, como la misma palabra “Liberal”, que hasta entonces significaba “generoso”, y que pasa a otros idiomas europeos con el sentido de “partidario de la libertad”.

Lo mismo ocurrió con las palabras “guerrilla” y “guerrillero”, que se aplican desde la Guerra de la Independencia Española a la táctica y a los combatientes irregulares en la guerra contemporánea. La visión peyorativa del grito, probablemente fruto de su uso irónico por los enemigos políticos de los liberales, ha terminado imponiendo su empleo como sinónimo de anarquía o incluso improvisación, desorden o vagancia. Decir de alguien que es un viva-la-pepa, equivale a llamarle irresponsable o despreocupado. Idéntica traslación de sentido sufrió el grito ¡Viva Cartagena!, cuyo origen fue la sublevación cantonalista durante la Primera República Española (1874).

1 comentario:

  1. La constitución de 1812, desde la lejanía en el tiempo pareciera que fue la salvación y un reparto de igualdad y libertad para todos, en la que se habla de "no privilegios" y otras falacias que la lectura de la misma demuestra palpablemente, al punto de poner a Fernando VII en sobre nombre de EL Deseado. Cosa que si se hubieran imaginado, en lo más mínimo lo que se les venía encima, se lo habrían pensado más de dos veces. Y como el pueblo no goza de buena memoria, precisamente, hoy de celebra el 200 aniversario, que es festejado por los herederos del que masacró al pueblo en pago por recuperarle el trono que más tarde abandonaría otro Borbón, (Alfonso XIII) abuelo del actual Borbón y que tras el desastre del Anuar, cuando le fueron a pedir un millón de pesetas para que liberaran a los mandos militares que habían apresado las tropas de Abdelkrim, respondió: "la corona española no paga por carne de cobardes", Esa noche, el Rey, perdió en el casino de San Sebastián dos millones de pesetas. Al pueblo siempre nos engañaron, unas veces los políticos, muchas la Iglesia y también lo militares... que después de acordar con el pueblo pra que se uniera a ello para derrocar al absolutismo de Fernando VII, se olvidaron del acuerdo tomado con el pueblo y formaron un gobierno a su gusto y para seguir manteniendo privilegios sobre las clases populares. Por eso yo digo una vez más: ¡VIVA LA ANARQUIA!

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