Reclus: un geógrafo incómodo,
una geografía
de compromiso.
Introducción
El
transcurso del siglo XIX indudablemente representa uno de los momentos más
brillantes en el desarrollo del conocimiento geográfico: Desde la visión
holística y romántica que caracterizó la obra de Humboldt, pasando por la
institucionalización de la geografía como saber académico en las más
prestigiosas universidades europeas, hasta las elaboradas síntesis logradas por
Hettner, o, más tardíamente, por Hartshorne, la geografía logró definir sus
preocupaciones fundamentales mediante el reconocimiento y asimilación de lo que
Ortega (l987:21) denomina “sus rupturas, incursiones y hallazgos”. Sin embargo,
para ser justos, creo que debería decirse igualmente que, durante ese mismo
siglo, la disciplina trató también de imponer sus silencios frente a aquellas
elaboraciones que parecían romper la idea de una institucionalidad científica
uniforme y conveniente para las mayorías.
En
efecto, animada por un complejo ambiente científico, político, social y
económico, la geografía dio forma a sus más importantes intereses y
filiaciones, se construyó un lugar propio dentro del rico panorama académico de
la época y, por consiguiente, planteó para sus cultores lo que podía y no podía
considerarse como geográfico. Ello, como es de suponer, condujo a la exclusión
y a la marginación de ideas, concepciones y elaboraciones que no se adaptasen a
la rigidez y límites de lo que podría denominarse, de alguna manera, el
paradigma disciplinar. Total, todo proceso de institucionalización no viene a
ser otra cosa que la definición de lo que ciertos sectores de la sociedad, los
predominantes, consideran como lo pertinente, lo correcto y, en consecuencia,
le dan la respectiva vigencia, tanto social como legal. Como lo plantea Kuhn
(1982:33), cuando una disciplina se normaliza lo que hace es definir los
criterios que sirven de “fundamento para su práctica posterior”.
Pues
bien: cronológicamente, el geógrafo francés Eliseo Reclus es hijo de aquel
siglo y de su ambiente contextual histórico, mas no es producto oficial del
mismo, pues a pesar de haber sido formado en el seno de una familia, cuyo
patriarca tenía lo religioso como preocupación fundamental, y de ser ex alumno
de Ritter, en su momento el más importante profesor de geografía, su
pensamiento, su práctica de vida y su mensaje intelectual, en este caso
geográfico, se desarrollaron por cauces que constituyeron un desafío no solo
contra lo establecido, sino incluso a lo que se consideraba revolucionario en
dicho momento. El geógrafo Reclus, en efecto, era diferente en todo sentido,
pues a su vocación de viajero incansable, a su profunda y analítica
mirada y a su condición de minucioso notario de la marcha de la tierra,
añadía un indoblegable espíritu libertario y una extraordinaria solidaridad con
los desposeídos y humillados por el poder. No era simplemente un geógrafo, era
un geógrafo consecuente con una militancia política propia, clara y explícita.
Eliseo
Reclus fue un geógrafo anarquista, el anarquista por excelencia, es decir, un
geógrafo sin temor al compromiso político, un geógrafo que no rehuía el
apellido de su práctica geográfica, la cual desarrolló justamente cuando la
disciplina llegó a contar con algunos de sus más significativos exponentes.
La suya fue la época de Humboldt, de cuando Ratzel y Vidal de la Blache le
dieron forma y contenido a sus propuestas ambientalistas, y coincide con el
clima político de nacientes estados burgueses en procura de discursos
científicos y académicos que legitimasen su imposición como árbitros de
la sociedad y del mundo. Como toda la pléyade de grandes geógrafos,
Reclus bebió de las propuestas epistemológicas que brindaban las obras de
Comte, Darwin, Dilthey y Marx, entre otros, madurando a partir de
aquéllos una postura ideológica que no le resultó nunca muy cómoda a sus
contemporáneos, pero a partir de la cual pudo construir una visión propia
de la geografía y del mundo. Su pensamiento se perpetuó en vasta obra,
cuya re-lectura bien podría ayudar a ilustrar no solo las actuales
preocupaciones ecológicas sino también el ordenamiento mundial que se configura
en estos tiempos de globalización.
La
formación de un geógrafo anarquista
A
comienzos del siglo XIX, Europa experimentaba la transformación radical de sus
procesos productivos gracias a la máquina de vapor y todo lo que ella trajo
consigo. La sociedad europea se configuraba y ordenaba bajo el influjo, en ese
entonces revolucionario, de la burguesía, la geografía y el reacomodo territorial.
El continente europeo comienza a exhibir una nueva fisonomía, no solo por la
aparición de los estados nacionales, sino por la impresionante ola
transformadora generada por el triunfo del hombre sobre la naturaleza,
traducida en vertiginoso incremento de la navegación fluvial, el desarrollo
de activos puertos para el comercio internacional, el crecimiento y
expansión de una gran red ferroviaria, la transformación de los paisajes y las
estructuras agrarias y el nacimiento de lo que, años después, serian los más
importantes centros industriales y urbanos del planeta (Parker 2002).
En
ese tipo de Europa, bajo el reinado de Luis Felipe, vendría al mundo Juan
Jacobo Eliseo Reclus el día 1 de marzo de 1830, en el seno de una numerosa
familia protestante. Aquella afiliación religiosa, si bien crea un ambiente
familiar poco agradable, sí asegura al futuro geógrafo una atmósfera
cultural que será muy importante en su posterior formación intelectual. Giblin
(1986), sostiene que Reclus heredó de su padre, pastor protestante de fuerte
carácter, el espíritu independiente y la conciencia indoblegable, rasgos que
explicarían, en parte, su posterior posición política. En la madre encontró una
afectuosa interlocutora, dada su condición de mujer burguesa e institutriz,
y a la que, posteriormente, mantuvo permanentemente informada de sus numerosos
proyectos y actividades profesionales. Su primera formación soportó las duras
condiciones de una vida familiar marcada por la austeridad, lo cual, sin
embargo, no fue óbice para que hiciese un año de educación en Alemania, donde
tuvo la fortuna de aprender tanto inglés como alemán, gracias a la variada
procedencia de los condiscípulos.
Eliseo
Reclus terminó la educación secundaria en l848 cuando ya era manifiesto su interés
por las ideas republicanas, que le crearon una que otra complicación en su vida
escolar. Lo sucedido en Paris ese mismo año, con motivo de la primera gran
rebelión del proletariado, comienza a dar sentido a lo que él y su más
entrañable hermano, Elías, leen en los textos de los socialistas
utópicos. Debe recordarse que para ese año eran ya visibles las ideas del
comunismo y el socialismo y la declaración del proletariado como alternativa
socio-económica frente al proyecto de la burguesía, pues fue justamente
entonces cuando Marx y Engels dieron a conocer su Manifiesto. Es
curioso que dentro de tal contexto bullente y con las inclinaciones políticas
que comienzan a desarrollar los dos hermanos, en la primera decisión de lo que
podría ser su futuro académico, ambos hubiesen optado por los estudios
teológicos. Sin embargo, solo Elías llevaría adelante tal propósito.
Dos
años más tarde, Eliseo se trasladó a Berlín con la intención de iniciar sus
estudios en la prestigiosa universidad de esta ciudad, atraído
posiblemente por el carácter de notable centro cultural, pues por allí habían
pasado Hegel y otras personalidades. Allí desarrollaba el ilustre Carl Ritter
las primeras cátedras de geografía, en una de las cuales se matricularía Reclus
(el seminario sobre “la descripción de la tierra”). Sin embargo, no sería
aquella una estancia muy larga, pues no pasa del primer año y durante la cual,
además de ser estudiante, se dedicaba ocasionalmente a la enseñanza. Gracias al
agitado ambiente republicano y nacionalista participa, eso sí, en
reuniones de carácter político que irán fortaleciendo en él sus
ideas de la sociedad y del hombre. Sus lecturas incluyen los textos de Saint
Simon, Fourier, Owen y Proudhom, entre otros. De regreso a casa, se encuentra
con el golpe de estado de Napoleón III y dado su ya abierto activismo político,
tiene que buscar refugio en Londres.
Este
exilio en Londres sería el comienzo de una larga carrera de desplazamientos
forzados que lo llevarían incluso hasta América. Dado su interés innato
por los paisajes y los grupos humanos, estos viajes le darán forma a su
vocación de geógrafo, todavía no claramente manifiesta. Su primera permanencia
en Londres le resulta dura y difícil. Vive de dictar algunas clases de francés,
pero al ser esto poco significativo decide aceptar una propuesta de trabajo,
consistente en cuidar una propiedad rural, que lo llevaría a Irlanda.
Para el futuro geógrafo, volver a encontrarse, como en sus primero años, con el
campo y la naturaleza, tal cambio le resulta muy atractivo. La mayor parte de
los biógrafos coinciden en afirmar que la estadía en estas tierras resultó
crucial no solo por cuanto aclaró su interés por la geografía sino también por
reafirmarlo en su ideario político, dada la particular condición del pueblo
irlandés frente a la dominación inglesa.
Reclus
aprovechó las características de su nuevo trabajo para comenzar a realizar
diversos viajes para explorar con más detalles los paisajes y las comunidades.
Recorrer ríos y valles, remontar montañas, analizar las técnicas de cultivos y
métodos de trabajo agrícola, percibir la situación de aldeanos y campesinos y,
en términos generales, percatarse de la situación socio-política de una Irlanda
en dificultades, tanto por las recientes hambrunas que la habían asolado como
por el opresivo dominio inglés, avivarán su interés por escribir un libro de
geografía y fortalecerán sus convicciones políticas. Para finales de l852, su
espíritu libertario le señala un nuevo rumbo, hacia Norteamérica, donde a sus ya
habituales recorridos por los paisajes y lugares más llamativos, agrega el
definitivo distanciamiento con la religión, volviéndose ateo. Recordemos
que para esos años los Estados Unidos vivían el fermento de la Guerra de
Secesión, episodio que impacta aún más sus ideales políticos.
Recorrer
los paisajes del Mississippi, visitar Chicago, contemplar el Lago Michigan y
más tarde estar en Nueva Orleáns y desde allí visitar algunas islas caribeñas,
refuerzan más su interés por la geografía. Este permanente y cada vez más
intenso deseo por explorar, describir y comprender la tierra se convierte
en una vocación declarada y, entonces, surge de manera definitiva el geógrafo.
A diferencia de su maestro alemán de geografía, Reclus valora inmensamente el
trabajo de campo y cree que el verdadero sentido y valor de la geografía
solo pueden expresarse como resultado de un sistemático y permanente contacto
con la naturaleza. En su correspondencia anotaba: “Además, ver la tierra
es para mí estudiarla; el único estudio verdaderamente serio que pueda hacer es
el de la geografía, y creo que vale mucho más observar la naturaleza en su
propio terreno que imaginársela desde el fondo de una oficina” (Giblin
1986:23).
Esta
declaración es una crítica abierta y un distanciamiento de su maestro Ritter,
cuya Erdkunde, una geografía universal de 21 volúmenes, se
apoyaba en unos pocos viajes que el geógrafo alemán hiciera por tierras
europeas y mucho, muchísimo más, en la revisión documental. La geografía, para
Reclus, es una disciplina que debe sustentarse esencialmente en el trabajo de
campo, en los recorridos y las observaciones sistemáticas de la naturaleza y de
las sociedades. Solo así sería posible comprender la lógica y el sentido de la
relación del hombre con la naturaleza. Por ello mismo, el destino siguiente de
Reclus fue el mundo latinoamericano, dirigiéndose de Nueva Orleans a Colombia,
por entonces llamada Nueva Granada, país al que arribaría en l855,
desembarcando en la actual Riohacha. Allí se ocupa en trabajos de poca monta y
pronto se aburre, dada la insignificante vida cultural del poblado, tan
cara para Reclus.
Animado
por las ideas de Fourier, cree que las tierras del Nuevo Mundo constituyen el
lugar ideal para un nuevo proyecto socialista. Sigue pensando en la idea de
convertirse en un próspero agricultor y desde esa posición darle forma a los
ideales utópicos propios de los anarquistas. Está convencido que la gran
riqueza y prodigalidad de las tierras americanas proporcionarán las bases para
una sociedad más justa y equitativa; cree que la mano de obra de quienes huyen
de una Europa cada vez más convulsionada y opresiva, así como los recientes
adelantos tecnológicos, crearán las condiciones propicias para construir la
nueva sociedad. Con este ideal y un socio poco honorable se dirige a la Sierra
Nevada de Santa Marta, donde fracasa en sus proyectos y cae muy enfermo. Es
interesante anotar que en aquellos años el ingeniero geógrafo italiano Agustín
Codazzi, como director de la Comisión Corográfica neogranadina,
desarrollaba para el estado la tarea de “hacer una descripción del territorio
nacional que revelará las condiciones físicas, morales y políticas de la
nación” (Becerra y Restrepo,1992:102). Justamente, cuando dicha Comisión
planeaba estudiar la mencionada Sierra, Reclus decidía regresar a
Europa, frustrándose el encuentro de dos hombres interesados en la geografía,
aunque con perspectivas diferentes.
Sin
embargo, el periplo que comenzó en Londres y que ahora finalizaba en la Nueva
Granada, dejaría un resultado importante: El extraordinario cúmulo de
anotaciones sobre el mundo recorrido y con tal grado de riqueza que no solo
revela a un geógrafo físico, dadas sus precisas descripciones sobre fenómenos y
formaciones relativas a la superficie terrestre, sino también a un geógrafo
humano por sus agudas observaciones y análisis acerca de los grupos humanos, su
relación con la naturaleza y las obras resultantes de tal interacción. Su
espíritu viajero, su agudo sentido de la observación, su capacidad de
sistematizar e interpretar el mundo conocido y su definida posición frente a un
proyecto social deseable, permiten caracterizar en él lo que en el siglo XIX y
bien entrado el siglo XX se denominaría un geógrafo completo. Pero no debe
olvidarse su particularidad propia: No es simplemente un geógrafo, al estilo de
su contemporáneo George Perkins Marsh, sino un geógrafo anarquista y ello
creará una diferencia específica casi única en la historia de la geografía.
En
tal condición, pues, se le encontraría nuevamente en Europa en 1857. La segunda
mitad del siglo XIX será, sin duda, un periodo crucial para la vocación
geográfica y política de Eliseo Reclus, tanto por el ambiente social como por
la atmósfera intelectual y el desarrollo científico que experimenta la
geografía en esta época. En efecto, por un lado los movimientos nacionalistas
dan forma definitiva a los más importantes estados europeos, el reparto
del mundo conocido lleva al colonialismo y al fortalecimiento de las más
importantes potencias, el capitalismo alcanza una de sus cruciales etapas
de desarrollo, y la burguesía se instala definitivamente como clase dominante,
hecho que a su vez consolida al proletariado como la clase alternativa. La
industrialización ha llegado a una de sus fases de mayor expansión y ya
deja ver sus funestas consecuencias, como son el saqueo y la expoliación de las
riquezas naturales de los países colonizados, el crecimiento de zonas de
miseria alrededor de las grandes fabricas e industrias y la multiplicación de
una clase obrera pauperizada y humillada, que no solo se hace sentir en el
movimiento de la Comuna sino que también comienza a organizarse en sindicatos
(Parker, 2002).
La
geografía del continente adquiere las características que lo
identificarán hasta bien entrado el siglo XX, es decir, el estado-nación
adquiere su perfil geopolítico y administrativo, dentro del cual, sin embargo,
los conflictos tanto fronterizos como étnico-culturales permanecerán
latentes. Se configuraran los distritos y las zonas industriales, las ciudades
transformarán su estructura socio-espacial y serán los puntos de destino, cada
vez más activos, de procesos migratorios originados en zonas rurales, cuyas
estructuras agrarias han sido severamente adaptadas a la producción industrial,
y una población que decrece a expensas de la urbanización (Nadal,1971). Es
decir, el mapa y el paisaje europeo se transforman de manera radical con las
consiguientes secuelas ecológicas, producidas por una visión de la naturaleza
centrada en la idea de que ésta es un inmenso depósito de recursos y riquezas
dispuestas para el triunfo final del hombre como agente dominante del planeta.
Estas cuestiones serán de vital importancia en los discursos geográficos que
veremos desarrollar durante este periodo, a los que por supuesto no será ajeno
Reclus, desde su peculiar posición de geógrafo anarquista.
El
ambiente intelectual es igualmente exuberante en la segunda mitad decimonónica:
las ciencias sociales encuentran en el positivismo cimentación epistemológica,
así como una nueva perspectiva metodológica, gracias a la obra de Comte y sus
continuadores. Mas también están, por supuesto, las propuesta de Marx y
sus seguidores en torno a la idea de una ciencia social comprometida con la
transformación de las sociedades. Pero sobre todo está la presencia y el
extraordinario aporte de Darwin, quien “proponía un modelo
particularmente riguroso y expresamente científico para abordar coherentemente
el tratamiento de las nuevas positividades decimonónicas referentes a la
historicidad y a la incorporación del hombre y de sus relaciones con la
naturaleza a los objetos del conocimiento positivo” ( Gómez, Muñoz y
Ortega,1982:31). La obra de este naturalista inglés, por consiguiente, marcará
lo que a partir del momento será la institucionalización de la geografía como
una disciplina con una perspectiva especifica sobre la unidad de la
relación entre la sociedad y la naturaleza.
En
efecto, específicamente la geografía alemana y la francesa mediante las
formulaciones de Ratzel y de Vidal de la Blache consolidarían, a partir
del discurso darwiniano, una visión paradigmática de la disciplina que contara
con los respectivos reconocimientos y no solo se impondría en sus países como
la geografía oficial, sino que también hallará lugar en el resto de Europa
Occidental y Norteamérica y luego en el resto del mundo. Mas también estará la
interpretación alternativa, hecha por geógrafos como Reclus y Kropotkin, con
enfoque resumido así por Gómez, Muñoz y Ortega (l982:33):
Asumiendo
los postulados darvinianos y prolongándolos y matizándolos en una
dirección que parece más acorde con la intencionalidad del propio Darwin,
fundamenta la adaptación evolutiva de la especie humana respecto al medio
ambiente en nociones tales como las de “armonía natural” y “ayuda mutua”,
insistiendo, además, en la consideración prioritariamente ética de las
relaciones entre naturaleza y naturaleza humana, y rechazando explícitamente
las presuposiciones del darwinismo social.
Tal
enfoque, sin embargo, sería marginal o, por lo menos, no se convertiría en una
vertiente que animara el desarrollo posterior de la disciplina. La geografía
normal, por consiguiente, si impone silencios. Ni siquiera cuando la geografía
de finales del recién pasado siglo se cuestione su pertinencia social y el
movimiento radical dinamice la discusión teórico-metodológica, la obra de los
geógrafos anarquistas sería reconsiderada. Sin embargo, lo que esta allí es el
trabajo, la dedicación y la perspectiva de hombres como Reclus, que entendieron
ayer, como se entiende hoy, lo crucial de conocer, explicar y comprender la
naturaleza de la relación de las agrupaciones humanas con sus entornos. Capel
(1981:301), con certero juicio se refiere así a Reclus:
Se
trata de una figura que por su militancia política, su participación activa en
el movimiento anarquista y en las luchas de la Comuna, y su largo exilio de
Francia (de 1851 a 1856 en Inglaterra y Estados Unidos; y desde 1871 hasta su
muerte en Suiza y Bélgica), ejerció una débil influencia en la
geografía oficial francesa, pero gozó de un inmenso prestigio entre el público
culto europeo y entre las clases populares. De todas maneras no fue un
desconocido en la comunidad científica.
Este
prestigio en la comunidad académica deviene precisamente de un trabajo
riguroso, sistemático y, como era característico de su tiempo, de grandes
proporciones. En efecto, Reclus inicia su obra geográfica presentando a
consideración de la comunidad geográfica artículos que reseñan sus
observaciones y análisis de algunos de los lugares visitados en América y
Europa, se vincula a la Sociedad Geográfica de Paris y traduce al francés una
parte importante de la obra de su antiguo maestro Ritter. Su estilo y su rigor
permiten que poco tiempo después cuente ya con la amistad y el reconocimiento
de importantes geógrafos y prestigiosas asociaciones, así como de contactos que
harán posible que su obra comience a ser impresa y difundida. Además, como todo
geógrafo consciente del extraordinario valor del trabajo de campo, viajó todo
lo que pudo.
La
publicación de su primera gran obra será en l869: La prestigiosa casa
editorial francesa Hachette, reconociendo la calidad y el rigor de su trabajo,
así como su ameno estilo literario aceptó el proyecto de un gran libro de
geografía física, que aparecería titulado como La Tierra: Descripción
de los fenómenos de la vida del globo. Este será el primer clímax de una
obra que, como ya se ha dicho, comenzó con artículos geográficos,
informativas y amenas guías de viaje, disertaciones ante la Sociedad
Geográfica, conferencias sobre geografía y política ante diversos auditorios,
publicaciones de menor volumen en las que aborda con igual rigor y riqueza
tanto la cuestión geográfica como asuntos que tienen que ver con la libertad,
la situación de los negros y las mujeres en América. Y, por supuesto,
traducción de diversas obras geográficas. Reclus es un geógrafo que se gana a
pulso su prestigio, asume con alegría y entrega dicha labor. La vocación de
geógrafo, si tal cosa existe, es algo que va con su condición de persona y su
contacto con la naturaleza y los hombres, en situaciones concretas de
vida. Es una necesidad y algo que le permite hablar con autoridad, con
criterio y con sentido ético y político. Ya es indiscutible el hecho de que es
un geógrafo…anarquista.
Anarquista
en cuanto su pensamiento en torno al proyecto ideológico, igualmente, se ha
visto enriquecido no solo por un contacto permanente con la situación política
de Francia y el desarrollo de la naciente clase obrera en Europa, sino también
porque a sus lecturas de los socialistas utópicos le acompañan encuentros
con los lideres obreros más importantes del momento. Su participación en
manifestaciones y reuniones de las nacientes organizaciones obreras es
frecuente. Como anarquista y estudioso de la obra de Darwin cree no en la lucha
de clases sino en la ayuda mutua, asume el individuo como la máxima expresión
de libertad y por tanto rechaza la idea del partido y del estado, lo cual, sin
duda, lo distanciará del movimiento obrero internacional y lo enfrentará a sus
lideres más connotados, Marx y Engels. Y lo pondrá al lado de Bakunin. En
este ambiente trabará especial amistad con Pedro Alexis Kropotkin, con el
cual no solo se identifica política sino también académicamente, dada la vasta,
sólida y reconocida obra geográfica del ruso.
En
efecto, Kropotkin se convierte en un especial interlocutor científico e
ideológico para Reclus. Sus conversaciones, intercambios y elaboraciones no
solo se circunscriben a los asuntos geográficos, sino también a la
cuestión del anarquismo. Reclus encuentra en el sabio ruso un geógrafo crítico
y reconocido que asume la tarea de revisar no solo los manuscritos
referentes a la Rusia de aquel entonces, que el francés no había podido
recorrer, sino también partes importantes de su proyecto sobre la Nueva Geografía
Universal. Como era de esperarse, su común interés por Darwin y el anarquismo
les permite interesantes discusiones y producciones en torno al proyecto
político; es una militancia decidida a la que sin embargo no dedican el tiempo
que hubiesen deseado dado que son, ante todo, geografos anarquistas. Sin
embargo, este perfil político es lo que precisamente los hará distintos,
impregnando la obra y trabajo de cada uno de ellos de una particular
visión sobre cómo encarar el desarrollo del conocimiento geográfico.
Pero
volvamos a ese primer gran hito de la obra de Reclus, como lo es La
Tierra, pues representa su consolidación y reconocimiento como geógrafo,
tanto dentro del ámbito de la disciplina como dentro del publico ilustrado de
la época. Los geógrafos, en tanto que hallaron allí una obra cuya (Capel,
l981) estructura y desarrollo mostraba cómo el conocimiento geográfico
asumía e interpretaba la teoría darvinista para explicar los fenómenos
terrestres y la manera como los seres humanos se adaptaban a dichas
condiciones naturales; y los segundos, porque se encontraron ante una
obra cuyo contenido y exposición resultaba grata y amena en su lectura y que
desarrollaba en tal forma sus descripciones, que el lector no tenía problemas
para imaginar lo que al autor planteaba. Reclus no solo escribía para el
geógrafo profesional también se interesaba por el publico culto. Ello explica
porque gozaba, igualmente, de reconocimiento fuera de los círculos geográficos.
Este
reconocimiento se haría visible a raíz de los sucesos relacionados con la
Comuna, pues en ellos el geógrafo Reclus pone en juego su talante republicano,
se hace miliciano y cae preso. Es un prisionero ilustre dado que en la
cárcel es tratado con especial cuidado pues sus relacionados y amigos así
lo hacen saber: La Sociedad Geográfica intercede por su libertad, la editorial
francesa lo trata como uno de sus autores preferidos y la comunidad académica
busca crear un ambiente positivo para su liberación; pero su indeclinable
espíritu libertario y su explícita e irrenunciable actitud política hacen que
todo ello no produzca los efectos esperados. Queda entonces dispuesto para su
segundo exilio. En su cabeza y espíritu las ideas en torno a varios
proyectos geográficos le hacen ver que la vida no ha terminado y que ante
la eventualidad de un desplazamiento forzoso ya tiene en que ocuparse; solo
debe seleccionar el lugar adecuado. Gracias a la gestión de quienes le conocían
y le admiraban su pena inicial es conmutada, salvándose así del confinamiento,
aunque llega en condiciones humillantes a Suiza, sitio del exilio.
Reunida
su familia, se instala definitivamente en el país alpino, para reiniciar tanto
su trabajo político como geográfico. La presencia cercana de Bakunin y la
delicada situación de movimiento obrero en ese momento hacen que Reclus asuma y
desarrolle un importante activismo, que va desde su participación directa en
diversas acciones hasta la producción de artículos y otras publicaciones. Sin
embargo, el movimiento anarquista se debilita, gracias a lo cual la
geografía gana puesto definitivo en las preocupaciones del francés.
Entonces el proyecto de una geografía universal toma forma definitiva.
Para encararlo desarrolla una exigente disciplina de trabajo que incluye
exhaustivas visitas a numerosas bibliotecas europeas y americanas, lo cual
impone realizar innumerables viajes, en tanto que se mantiene fiel al principio
de que para escribir con autoridad se deben visitar los lugares respectivos.
Realiza lectura detallada de diversos periódicos europeos y americanos; elabora
cientos de cuadros, planos y mapas y, por supuesto, adelanta la tarea de la
redacción correspondiente. El proyecto inicial contemplaba la edición de diez
volúmenes, más el resultado final será una obra gigantesca de 19 volúmenes.
La
Nueva Geografía Universal ve la luz entre los años de 1872 y 1905 y
constituye todo un éxito. Con base en tal suceso y a la autoridad que ha
cultivado en Suiza, este será el único lugar donde poner en práctica algunas de
sus inquietudes respecto a lo que debe ser la enseñanza de la geografía. Logra
conseguir algunos cursos esporádicos que le permiten tanto asumir una postura
crítica frente a la enseñanza de la disciplina, como aplicar algunas de las
ocurrencias metodológicas que bullen en su cabeza de maestro. Ello resulta
significativo, pues cuando Reclus ha publicado ya varios tomos de su obra,
Ratzel en Alemania da a conocer el primer volumen de su Anthropogeographie y
Vidal de la Blache comienza en Francia a desarrollar su enfoque
posibilita. Fue uno de los períodos de gloria para Reclus, en cuanto tuvo la
oportunidad de terciar en la discusión sobre cómo interpretar y aplicar los
postulados darwinistas y ecológicos al trabajo geográfico. Tanto Ratzel
como Vidal de la Blache eran partidarios y defensores del Estado,
algo que no tenía mucho sentido en las elaboraciones libertarias y
anarquistas de Reclus.
La
monumental Geografía de Reclus, en efecto, enfrentó la
discusión predominante de la época y por lo mismo exhibió tintes ecológicos
y deterministas. Así lo anota Capel (1981:303), para quien “toda laNouvelle
Géographie Universelle está llena de planteamientos deterministas, a
veces de raíz netamente ritteriana”. El proceso de cambio y evolución del
planeta, así como el ajuste de la sociedad a dichas condiciones
naturales, están descritos siguiendo la interpretación geográfica y
anarquista que hace Reclus de la obra darwiniana. Esta particular
característica hace que la Géographie termine convirtiéndose
no solo en la primera obra de su género en asumir los postulados del biólogo
ingles, sino que llevando la discusión más allá del cientifismo que era
característico de la época, le agrega el sentido del compromiso político. Por
lo tanto, lo que estaba haciendo Reclus era proponer una vía distinta de la
discusión sobre las relaciones sociedad- naturaleza. Y tal vía se refería al
propósito que, según él, tenía que ver no con el ejercicio científico
explicativo, exclusivamente, sino con la construcción de un modelo de sociedad
capaz de convivir armoniosamente con la naturaleza; es decir, se inclinaba por
una geografía con el subrayado ecológico que habría de inspirar la obra de
muchos geógrafos de tiempos posteriores.
Por
ello mismo, como observa Anuchin (1977), la Nouvelle Géographie constituye
un especial esfuerzo por integrar un gran volumen de datos y reflexiones
provenientes de ámbitos como la sociología, la economía, la política, la
demografía, la etnografía, la cultura y las diferentes ciencias
naturales, para formar un cuadro ambiental dentro del cual y bajo ciertas
circunstancias -- específicamente las definidas por las leyes de la naturaleza
-- deberían darse las condiciones que diesen paso al desarrollo social.
Esta propuesta de pensamiento geográfico, como agrega el citado Anuchin,
constituye un claro antecedente de la elaboración conceptual en torno a lo que
más adelante se convertirá en la tradición ecológica en geografía, ya que
Reclus plantea en su obra las bases de nociones como medio ambiente,
ambiente social y el papel de las leyes naturales en la dinámica social. En
fin, la obra de Reclus se mantiene fiel a lo que ha sido su vida: Estudiar la
naturaleza, descubrir su armonía, conocer y comprender sus leyes. Sin ello la
propuesta libertaria y de desarrollo social no tiene sentido; ello hace que la
geografía tenga un propósito y no sea solamente una forma más de conocimiento
.Ello explica, además, por qué existía en nuestro geógrafo anarquista una
permanente preocupación por llegar a todos los públicos.
El
tramo final de la vida de Eliseo Reclus sigue básicamente de la misma tónica
precedente. Su actitud política permanece inalterable y, por consiguiente, lo
sigue enfrentando al sistema establecido y lo sigue marginando de algunos
espacios académicos y científicos. Su espíritu viajero y la convicción de que
como geógrafo solo puede hablar con criterio y autoridad, lo llevan a diversos
lugares del mundo conocido con el propósito de recolectar experiencias,
tomar información de primera mano de lugares y paisajes, vivir la vida
cotidiana de hombres y mujeres, y corroborar hipótesis de trabajo en contacto
directo con la naturaleza misma. Ello le permitirá, a su vez, desarrollar la
que puede considerarse como su obra de cierre: L´Homme et la Terre,
de la que saldrán de prensas seis voluminosos tomos, entre l906 y l908.
El
Hombre y la Tierra tiene la particularidad de ser la expresión
elaborada y sin concesiones del geógrafo anarquista. Aquí su pensamiento y su
concepción de una geografía pensada en términos de una sociedad que debe
garantizar la plena libertad de hombres y mujeres, aparece en toda su esencia y
no deja abierta la posibilidad de la negociación. Gómez, Muñoz y Ortega
(l982:45), sintetizan esta postura en el siguiente comentario:
Si
el hombre forma parte inseparable del orden natural y si el ejercicio de la
libertad es la condición inexcusable de todo acto verdaderamente humano, ambas
condiciones pueden realizarse simultáneamente porque es precisamente en la
equilibrada pertenencia al orden natural -- en las relaciones armónicas
entre naturaleza y naturaleza humana -- donde el hombre encuentra la razón
misma de su libertad y las seguras posibilidades de su ejercicio. El
conocimiento científico de la naturaleza es, por tanto, fundamental para
conseguir hombres verdaderamente libres.
Como
era de suponer este Reclus, nítido, transparente y firmemente comprometido, no
va a resultar cómodo en el mundo académico y editorial; su manuscrito va y
viene, hasta que finalmente es la Librería Universal de París la que decide
publicarla, luego de muerto el autor. Es un texto que algunos califican de
geografía humana, otros de geografía social; pero al margen de esto, es
la obra de un hombre, de un académico y de un científico que nunca, a pesar de
circunstancias de apremio, tuvo dudas sobre la integridad, la coherencia y la
unidad que deben caracterizar la vida y la obra de todo ser humano. Eliseo
Reclus murió hace cien años, el 4 de julio de l905.
Epílogo
Hace
algunos años Bunge (Chorley, l975) llamaba la atención sobre el hecho de que un
verdadero juicio sobre todo hombre debía, ante todo, considerar su existencia
misma. Quizás esto es lo que hace que la mirada sobre Eliseo Reclus no resulte
fácil y cómoda, y su obra, en muchos casos, termine siendo obviada e ignorada,
pues desafía ese sentido aséptico y neutral dentro del cual transcurre el
trabajo de la mayor parte de quienes permitieron a la geografía
institucionalizarse como disciplina. En Reclus no interesa solo el compromiso
académico y científico, el cual nunca descuidó, como lo demuestran su riguroso
interés en el trabajo de campo, la lectura de primera mano de paisajes y
fenómenos, y la interpretación crítica de sus contemporáneos; también interesa,
y no con menos importancia, el compromiso social y la pertinencia de su labor
en torno a lo más importante que existe, como es la posibilidad de que la vida
humana se desarrolle en condiciones de dignidad y libertad. Por ello su
militancia fue abierta, fue siempre sinceramente declarada y sobre todo, se
preocupó mucho porque todos pudiesen tener acceso a su mensaje humanista.
Un
geógrafo de la independencia intelectual de David Harvey (García Ramón, l985),
nos recuerda que si bien el desarrollo del positivismo permitió a la
disciplina crear un sentido de cientificidad y con ello ocupar un lugar
en el mundo académico, también generó lo que denomina un “escudo
positivista”. Con este los geógrafos se ponían a salvo de toda discusión
política o de las implicaciones sociales de sus elaboraciones geográficas; los
geógrafos solo debían preocuparse por hacer geografía y nada más. Reclus asumía
que la dignidad del trabajo geográfico está mediada por su capacidad de
iluminar el sendero que permita a los seres humanos construir un proyecto
social incluyente; y frente a ello se debe ser no solo proponente sino también
militante comprometido. Es decir, la vida personal debe ser coherente con la
vida académica, con la propuesta científica.
La
geografía actual, es decir, la geografía de un mundo que se globaliza y con
ello globaliza serios y apremiantes problemas como la crisis ambiental, el
recrudecimiento de las desigualdades y la presencia cada vez mayor de la
violencia en todas sus manifestaciones, podría encontrar en Reclus y en su obra
geográfica y política una valiosa inspiración en favor de una ciencia en
compromiso con la condición humana. No se trata de la promoción de simples
servilismos históricos, con ocasión de un centenario. Como bien lo plantea
Harvey (2000:126), es el momento para que los geógrafos se comprometan en un
dialogo más abierto, pues “necesitamos encontrar un modo de identificar cosas
comunes dentro de las diferencias para desarrollar una política genuinamente
colectiva en sus preocupaciones.” El silenciamiento y la estigmatización de las
voces diferentes solo hacen que la disciplina pierda la opción de enriquecer
sus posibilidades de debate y perspectivas de desarrollo teórico. Ello es
indicio más de un espíritu autoritario que de una actitud sabía e inteligente,
sin importar la afiliación ideológica del déspota que lo ejerza. Y a la postre,
tras la maduración reposada de la historia, ¿quién podrá acallar las voces de
quienes, como Reclus, hicieron de su vida un apasionado compromiso de solidaridad
con todos y cada uno de sus congéneres?
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