miércoles, 6 de abril de 2011

El Baul de LA HISTORIA


EL RACIONAMIENTO Y “EL MERCADO LIBRE”
        El Estado, precisamente, apreciando los alimentos almacenados por el Gobierno de Moscú y en el incontrolado “mercado libre” público, y al fin comprendo cómo y qué es lo que come este pueblo.
        En América, un trabajador que pierda su cartilla de alimentación, puede vivir magníficamente de los alimentos no racionados: leche, pescado, aves, pan, fruta y vegetales. En la U.R.S.S. todo lo que tiene un valor alimenticio está, estrictamente, racionado y no es posible obtenerlo más que a precios fantásticos.
        Hay varias categorías  de racionamiento correspondientes a las diferentes categorías del sistema de castas soviético. El Ejército está espléndidamente alimentado, particularmente en los frentes. A los oficiales soviéticos se les hace un 50% de rebaja en los almacenes comerciales. El Kremlin está opíparamente surtido por sus propios comisarios. Los extranjeros están, casi, tan bien alimentados como los jefes bolcheviques, obtienen amplias raciones de pan y carne, pueden comprar cuatro pintas de vodka al mes, etc. Los escritores, los actores, los cantantes, los músicos y otros artistas forman también parte de la categoría de lujo, no solamente en lo tocante a los alimentos sino también a los vestidos y a la vivienda. (1)
        En Moscú un trabajador de guerra de primera clase obtiene una ración de pan, por ejemplo, de 600 gramos diarios. Un obrero de segunda clase obtiene 500 gramos. Un burócrata que no sea miembro ejecutivo obtiene 400 gramos. Los demás ancianos, niños y no lisiados obtienen 300 gramos.
        Una obrera de guerra que sobrepasa la producción que le ha sido asignada gana unos 1000 rublos al mes, que con arreglo a la tarifa de cambio más baja que yo he beneficiado, viene a resultar unos 80 dólares; pero las sumas que ella puede gastar  son tan mínimas que no pasan de 6.50 (en dólares) para su ración alimenticia.
      
La ración alimenticia soviética que esta trabajadora puede comprar en su asignada tienda de comestibles, la proporciona únicamente las nueve decimas partes de las energías que necesita para vivir y trabajar, la otra decima parte y cualquier alimento delicado que desee comprar debe buscarlo en otra parte. El primer sitio a donde se acude es al mercado libre o “Rynok” que es donde los granjeros traen sus productos a vender.
Los granjeros viven en granjas colectivas o en granjas del Estado donde cada uno tiene asignada su parte del trabajo común. Nueve decimas partes de lo que los granjeros  producen deben ser vendidas al Estado al precio oficial más bajo, el resto se distribuye entre los granjeros que tienen la facultad de comérselo o llevarlo a la ciudad y venderlo en el “mercado libre” al precio que puedan obtener.
        En América hay comisionistas que visitan las granjas en camiones comprando el exceso de vegetales para venderlo en las ciudades. En la U.R.S.S. si se hiciera esto, el granjero y el comisionista obtendrían una pena de cárcel de cinco años, porque esto constituiría una “explotación”  de las gentes, ya que el comisionista espera revender lo que compra con un beneficio, y de este modo es culpable de explotar al granjero y al comprador. Para evitar este crimen, el granjero soviético debe madrugar para enganchar su carro y marchar al mercado, donde vende personalmente lo que produce, y la hambrienta ama de casa puede ir en el Metro, atravesando todo Moscú, para comprarle sus productos (2).
        El “Rynok” central de Moscú es un amplio pabellón parecido a un mercado de granjero de cualquier ciudad americana. Voy a hacer el cambio de los precios en rublos por el precio en dólares, para ver lo que se puede obtener aquí con los 20 dólares de nuestra trabajadora rusa. Puede comprar aquí todos los huevos que quiera, al precio de 13,10 dólares  la docena. Probablemente ella no puede ofrecerse el comer un gran trozo de pan, pero puede comprar todo el pan que quiera al precio de 6`67 dólares la libra. Hay aquí unos carneros o cabras que son una ganga a 11`34 dólares la libra a más de la mitad del salario semanal, la melaza de azúcar de remolacha vale a 80 céntimos la libra, la miel vale 15 dólares.
        Una vieja vendiendo una cabeza de ternera y sus cuatro jarretes, cubiertos de pelos y con algunas moscas sobre sus vidriosos ojos abiertos quería 18 dólares por toda la colección. Las patatas valen 1`05 dólares la libra.
        Una cola de gente esperaba para comprar leche a 2´65 dólares el cuarto de galón. Aquella gente no podía ofrecerse más de un vaso. ¿Estaba aquella leche inspeccionada? Quién sabe. Muchos de los clientes llevan potes de hojalata americanos para llevarse la leche a casa.
        Recordad sin embargo que esos precios son excepcionales; nuestra obrera de guerra de 80 dólares al mes, ha comprado ya, con una cartilla de racionamiento, las nueve decimas partes de los alimentos que necesita, en los almacenes controlados por el Estado, y ha pagado solamente 6`50 dólares al mes por ellos a los precios oficiales más bajos.

          En el patio exterior, una muchacha ofrece unas medias usadas y cuidadosamente zurcidas. Pide 6`25 dólares por las de algodón y 25 dólares por las de seda artificial. Un hombre está ofreciendo un par de zapatos que tiene de sobra, pero perfectamente en buen uso por 80 dólares, el salario mensual de nuestra obrera de guerra.
        Si ella quiere un par de zapatos de baile, nuevos, le costaran 333`33 dólares el par.
        Allí se ve una pareja de altas y rollizas muchachas que ofrecen algo superfluo. Están arregladas con rojo de labios, zapatos rojos, cartera roja, y cinta roja en el sombrero. Sus parpados están sombreados de negro y están guiñando el ojo a los extranjeros. Naturalmente la prostitución ha sido abolida en la U.R.S.S.; pero no se tarda en poseer por dinero el más precioso don de la mujer. Pero, amigo mío, ¿puede usted hallar por casualidad, en suplemento un cuarto de leche, una libra de cerdo, una cajetilla de cigarrillos.
          (2) Dentro de las imperfecciones que puedan existir en materia de distribución (errores todos de un sistema centralizado) suscribimos el concepto de que el intermediario es una garrapata más cargada de los hombros del consumidor. Pero puede anotarse como reflexión el caso expuesto, que el régimen ruso no ha resuelto en forma “socialista”  el problema de su distribución y del consumo, hallándose sujeta a un sistema comercial y rudimentario. N. del E.

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