La Revolución decimal
El sistema métrico decimal es fruto de la
Revolución francesa. Fue acogido con entusiasmo por una parte de la población y
duramente combatido por otra. Uno de sus aspectos más discretos fue la utilización
de la escala decimal como único paso entre las distintas unidades. Múltiplos y submúltiplos
se conjugan en clave de diez. Para asentar
un poco más el carácter del sistema métrico, los múltiplos se han tomado de la
lengua griega: deca-, hecto-, kilo-, miria-, los submúltiplos de la lengua
latina: deci-, centi-, mili-. Se publicaron numerosas obras de divulgación a este efecto.
Esta carta, procedente del Directorio del bajo Siena, está
dirigida a un director de hidrografía que, anteriormente, había enseñado
matemáticas.
Ciudadano:
La
revolución no solamente perfecciona las costumbres y prepara nuestra felicidad
y la de las generaciones futuras, si no que rompe incluso las trabas que detenían
el progreso de las ciencias, nuestra aritmética, que es una de las obres
maestras de la mente humana, estaba todavía sometida al yugo tiránico de
nuestras viejas leyes góticas y bárbaras. En vano los sublimes inventores de
esta ciencia la habían fundado sobre ese principio simple y fecundo de que, una
vez demostrada y fijada la unidad, las cifras aumentan en proporción decuple,
yendo de la derecha a la izquierda y disminuyendo en la misma razón decreciente
de la izquierda a la derecha: este gran principio de la numeración que podía
aplicarse a todas las dimensiones no tenía lugar todavía más que para las
magnitudes abstractas y nuestras absurdas administraciones admitían fracciones
que contrariaban absolutamente el arte de la numeración. (…) Era un absurdo en
el sistema de monedas.
Las instituciones de los pesos y medidas
no eran menos absurdas. La libra de peso se subdividía en marcos que eran
mitades. Las mitades en onzas, que eran octavos de marco, etc.
El tiempo, ese ente abstracto que parecía tener
que estar sometido al solo imperio de las matemáticas era sin embargo el
esclavo del uso tiránico de que nos avasallaba. El año se dividía en 365 días y
algunas horas, los días, en 24 horas,
las horas, en minutos, los minutos, en
segundos, los segundos, en tercios según el cálculo sexagesimal.
No nos extenderemos ya más sobre estas contradicciones,
ciudadano profesor: solamente nos
congratulamos contigo de que el genio de la revolución haya invertido todas
esas costumbres nacidas en las tinieblas y las haya sustituido el cálculo
simple y matemático de los decimales. Se aproxima la época en la que este
cálculo se va a poner en práctica.
Por siempre que sea, es necesario enseñarlo, hay que desembarazarse
de la vieja rutina, hay que acostumbrarse y formarse en el nuevo método.
Es cosa de los maestros, cono tú, que unen
la teoría a la práctica, el dar inicio a la carrera e instruir a los ciudadanos.
Nosotros aplaudimos, por tanto, tu celo y tu republicanismo, que te llevan a
abrir un curso de aritmética republicana.
Tú deseas que todos los ciudadanos puedan aprovecharse
de ello y, sobre todo, aquellos que trabajan en la administración. Tú sabes,
ciudadano, que las administraciones funcionan desde las 8 horas de la mañana hasta
las cuatro de la tarde. ¡Pero hay que comer! Tu curso tiene que ser útil a
todos aquellos que son empleados. Tus lecciones no deben empezar antes de las cinco
o seis de la tarde: no dudamos en que escogerás este horario si no se oponen a
ello impedimentos mayores.
Cuenta con la estima y la gratitud de los
buenos ciudadanos, ya que los esfuerzos no tendrán como fin sino la prosperidad
de la República.
Salud y Fraternidad
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